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Los Ojos del Crepúsculo

Como en un fondo de agua ligera, honda y tranquila, En lo azul de la tarde reposan las campañas. Y a la estrella que entreabre su lúcida pupila, La sombra de la noche le tiembla en las pestañas. Una obscuridad leve va alisando la hierba Con la habitual caricia de la mano en el pelo; Y en su última mirada lleva la tierra al cielo, La sumisa dulzura del ojo de la cierva. El azul de la tarde quieta es el cielo mismo Que a la tierra desciende, con deliquio tan blando, Que parece que en ella se aclarara su abismo, Y que en su alma profunda se estuviera mirando. Y cuaja en el rocío que a la vera del soto Lloran los ojos negros de la hierba nocturna; Y contempla en el seno del agua taciturna, Y dilata más lentos los párpados del loto. Y cristaliza, a modo de témpanos, los muros De la casita blanca que con su puerta mira La paz de las praderas; y suavemente expira En la noble tristeza de tus ojos obscuros.
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El Primer Beso

Yo ya me despedía… y palpitante cerca mi labio de tus labios rojos, «Hasta mañana», susurraste; yo te miré a los ojos un instante y tú cerraste sin pensar los ojos y te di el primer beso: alcé la frente iluminado por mi dicha cierta. Salí a la calle alborozadamente mientras tú te asomabas a la puerta mirándome encendida y sonriente. Volví la cara en dulce arrobamiento, y sin dejarte de mirar siquiera, salté a un tranvía en raudo movimiento; y me quedé mirándote un momento y sonriendo con el alma entera, y aún más te sonreí… Y en el tranvía a un ansioso, sarcástico y curioso, que nos miró a los dos con ironía, le dije poniéndome dichoso: -«Perdóneme, Señor esta alegría.»

Siempre que hundo la mente en libros graves…

Siempre que hundo la mente en libros graves  La saco con un haz de luz de aurora:  Yo percibo los hilos, la juntura,  La flor del Universo: yo pronuncio  Pronta a nacer una inmortal poesía.  No de dioses de altar ni libros viejos  No de flores de Grecia, repintadas  Con menjurjes de moda, no con rastros  De rastros, no con lívidos despojos  Se amansará de las edades muertas:  Sino de las entrañas exploradas  Del Universo, surgirá radiante  Con la luz y las gracias de la vida.  Para vencer, combatirá primero:  E inundará de luz, como la aurora.

Amo, amas

Amar, amar, amar, amar siempre, con todo El ser y con la tierra y con el cielo, Con lo claro del sol y lo oscuro del lodo; Amar por toda ciencia y amar por todo anhelo. Y cuando la montaña de la vida Nos sea dura y larga y alta y llena de abismos, Amar la inmensidad que es de amor encendida ¡Y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!

Cuando llegues a amar

Cuando llegues a amar, si no has amado, Sabrás que en este mundo Es el dolor más grande y más profundo Ser a un tiempo feliz y desgraciado. Corolario: el amor es un abismo De luz y sombra, poesía y prosa, Y en donde se hace la más cara cosa Que es reír y llorar a un tiempo mismo. Lo peor, lo más terrible, Es que vivir sin él es imposible

Serpentina

En mis sueños de amor ¡yo soy serpiente! Gliso y ondulo como una corriente; Dos píldoras de insomnio y de hipnotismo Son mis ojos; la punta del encanto Es mi lengua…¡y atraigo como el llanto! Soy un pomo de abismo. Mi cuerpo es una cinta de delicia, Glisa y ondula como una caricia… Y en mis sueños de odio ¡soy serpiente! Mi lengua es una venenosa fuente; Mi testa es la luzbélica diadema, Haz de la muerte en un fatal soslayo Con mis pupilas; y mi cuerpo en gema ¡es la vaina del rayo! Si así sueño mi carne, así es mi mente: Un cuerpo largo, largo, de serpiente, Vibrando eterna, ¡voluptuosamente! Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte: Jardinero de oro de la vida, Jardinero de fuego de la muerte En el carmen fecundo de mi vida. Pico de cuervo con olor de rosas, Aguijón enmelado de delicias Tu lengua es. Tus manos misteriosas Son garras enguantadas de caricias. Tus ojos son mis medianoches crueles, Panales negros...

Hermana, Hazme llorar…

Fuensanta: dame todas las lágrimas del mar. Mis ojos están secos y yo sufro unas inmensas ganas de llorar. Yo no sé si estoy triste por el alma de mis fieles difuntos o porque nuestros mustios corazones nunca estarán sobre la tierra juntos. Hazme llorar hermana, y la piedad cristiana de tu mano inconsútil enjúgueme los llantos con que llore el tiempo amargo de mi vida inútil. Fuensanta: ¿tú conoces el mar? Dicen que es menos grande y menos hondo que el pesar. Yo no sé ni por qué quiero llorar: será tal vez por el pesar que escondo, tal vez por mi infinita sed de amar. Hermana: dame todas las lágrimas del mar…